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lunes, 25 de mayo de 2009

La mariquita

Por Noemí hernández Hidalgo

Era grande y bastante gorda. De color rojo brillante. El pequeño Diego intentaba contarle los lunares a la mariquita que descansaba tranquilamente en la hierba del patio de los abuelos.

“Mamá, mamá, creo que tiene ocho” gritó Diego emocionado.

Cogió al mariquita y la puso entre sus manos. “Voy a buscarte una caja de cartón para meterte dentro, le susurraba Diego a la mariquita. Le haré agujeritos para que respires y te pondré hierba todos los días. Serás la mariquita más feliz del mundo y seremos amigos para siempre, y te contaré los lunares todos los días. Seguro que te salen más y así tendré la mariquita con más lunares del mundo”

Tres días más tarde su madre pasó por delante del cuarto de Diego y le vio ensimismado mirando la maquita.

“Hey, peque, ¿qué haces?”

“Miro a Juana, a ver si hace algo, pero no hace nada. Y tampoco le salen más lunares”

Su madre se rió y se sentó junto a él.

“Y además de que se la multipliquen los lunares, ¿qué esperas exactamente que haga Juana?”

“Pues no sé, quiero que vuele o algo”

“Pero bueno Diego, ¿cómo pretendes que vuele si apenas le abres una rendijita de la caja?”

“¡Pero es que si la abro más se va volando y seguro que no vuelve!, protestó Diego. Y ya nunca más la veré”

“Pues no, seguro que no vuelve, le respondió su madre, pero si no lo haces tú no habrás visto volar a tu amiga, y ese es un recuerdo que seguro que nunca se va a ir de tu cabeza. Además, tú querías que Juana fuera la mariquita más feliz del mundo, y seguro que ahí encerrada echa mucho de menos a las otras mariquitas, y pasear por el césped, y volar de flor en flor…”

Diego se quedó pensando en lo que su madre le había dicho. Y ese día aprendió que en la vida todo requiere tomar decisiones que siempre significan ganar un algo y perder otro algo. Y para hacerlo lo mejor posible podemos, y debemos, sopesar los pros y los contras, y siempre siempre siempre pensar en la felicidad de aquellos a quienes amamos incluidos nosotros mismos.

“Te voy a echar de menos Juana” decía Diego despidiéndose con la mano.

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