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sábado, 3 de septiembre de 2011

Una mancha en el vestido


Estaba Andrés paseando una noche de primavera mascullando sus dudas existenciales y sin dar palo al agua, en su indecisión de como pasar esa noche, cuando se cruzó con una dama bellísima de cabello oscuro y de piel blanquísima. Un largo vestido blanco cubría su desnudez, si bien la primavera se presentaba cálida, no le pareció que fuera suficientemente abrigada.
Nunca supo muy bien por qué su mano se deslizó al ala de su sombrero, a la vez que su boca espontáneamente le decía:
- Buenas noches, señorita,¿ no siente frío usted?
Ella se detuvo, aunque tardó bastante en reaccionar y contestarle:
-No, no lo siento, en realidad estoy estupendamente.
Una sonrisa apareció en su bonito rostro, que negaba la presencia de algo que enturbiara su vida.
Sorprendido ya que la primera impresión que recibió de ella fue un gesto de preocupada concentración, se animó a decirle :
-Quiere usted compartir un café conmigo?
Ella lo pensó un breve instante y sonriendo le respondió:
- Porque no, vamos.
Él la cogió del brazo para ayudarla a cruzar la ancha avenida que los separaba de una cafetería,en la que luego comprobaron que la música buena era lo habitual y el café excelente.
Las horas pasaron inexorablemente entre cafés, murmullos y risas a esas alturas de la noche, Andrés se dio cuenta, que en las pocas horas que habían compartido, se estaba enamorando de ella.
De repente algo la sobresaltó y al dar un pequeño respingo volcó algo de café, que manchó la inmaculada falda de su vestido. Hizo un gesto de contrariedad y le dijo a Andrés:
- Lo siento debo irme.

Él como buen caballero de la época, no permitió que se fuera sola y se prestó a acompañarla en un taxi.
Al subirse ella se dirigió al conductor diciéndole escuetamente:
- Lléveme a Chacarita
Al llegar bajó apresuradamente del coche mientras Andrés le decía:
-Detente, espérame, no me has dicho tu nombre, ni donde vives, ¿puedo verte otra vez?
Ella volviéndose lentamente le contestó:
Mi nombre es Laura, Laura Canteros y sin más desapareció en la noche.
Andrés, volvió a subir al coche y dándole sus señas al chófer se relajó esperando la llegada a su casa.
Pasaron algunos días y Andrés no lograba sacarse a Laura de la cabeza,empezó a dar paseos por la zona en que ella se bajo del taxi, por el lugar del primer encuentro pero nada, no daba con ella.
Un día decidió buscarla en el listín telefónico, después de todo su apellido no era tan común y si tenia teléfono, allí estaría, ya que eran pocos los aparatos que había en Buenos Aires, encontró cinco en total y fue llamando uno a uno, recibiendo siempre la misma respuesta:
- Aquí no vive ninguna Laura.

Fue al llegar al cuarto número de la guía, cuando después de varios pitidos una voz de hombre seria y poco amistosa respondió:
- ¿Quién es?
Andrés lo saludó primero, diciéndole a continuación, si estaba Laura en casa.
El hombre después de un silencio lo espetó:
- ¿Quien es usted? ¿por qué nos hace esto?
Andrés, no entendía nada, balbuceó una disculpa e intentando hacerse comprender le explicó:
- Mi nombre es Andrés, no quiero molestarlo ni perjudicarlo, solo quiero hablar con Laura, hace algunas noches compartimos un café y no me dió mas que su nombre, vive allí alguna Laura?
La voz del hombre se oía cada vez mas descompuesta:
- Energúmeno, borracho, quien le ha mandado a hacer esta broma de tan mal gusto.
Andrés le respondió:
Disculpe señor pero no lo entiendo y yo no lo he ofendido o eso creo.
Nuevamente la voz tronó en el teléfono:
Laura, nuestra Laura murió hace seis meses.
Un silencio infinito se produjo en la linea telefónica, Andrés no sabía que decir y mucho menos que pensar, cuando recuperó el habla, se deshizo en disculpas, al punto de pedirle formalmente permiso para visitarlo y aclarar esta situación.
Al día siguiente a las cinco en punto, estaba esperando en la puerta de una hermosa casona en Villa del Parque. Las manos le temblaban levemente acusando su nerviosismo, un hombre de mediana edad, aunque su cabello era totalmente blanco, le franqueó la entrada, haciéndolo pasar a un salón en el que había un controlado desorden. Tal como se representa una casa que no solo se habita, sino que se vive,
Paseó por el salón mientras su anfitrión iba a buscar una taza de té para ofrecerle. De repente sus ojos se posaron en una fotografía que reposaba sobre la mes, desde ella una joven le sonreía.
- ¡¡¡¡¡¡No puede ser, es Laura!!!!!
No salia aún de su sorpresa cuando el hombre volvió con una bandeja, cuando vió el rostro de Andrés se sobresaltó, era solo una máscara blanca.
- ¿Qué le sucede? ¿qué ocurre? ¿perdió el valor? ¿ya no quiere disculparse?
Andrés solo balbuceaba frases ininteligibles y se echaba las manos a la cabeza. Parecía verdaderamente un poseso. El padre de Laura lo hizo sentar y beber algo de té. Poco a poco Andrés logró contarle su loca noche con Laura, tal como la vivió. Ahora era el rostro del hombre el que se había tornado ceniciento.
Al día siguiente, ambos se dirigieron al cementerio de Chacarita, el buen hombre con todo su dolor hizo exhumar el cadáver de su h¡ija. Al quedar al descubierto, todo estaba perfectamente en orden, su mayestática belleza permanecia incólume, su vestido blanco como la nieve, intacto, algo sin embargo les llamo la atención, su falda llevaba impresa una mancha de café.


Alicia Gaona