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domingo, 27 de marzo de 2011

Ya nos veremos



Mientras terminaba de preparar algo para cenar miraba soslayadamente el televisor donde las últimas catástrofes del día eran desgranadas por comentaristas expertos en todo tipo de cuestiones. La noticia dejó de serlo hace mucho tiempo y nació lo que llamamos opinión que consiste básicamente en opinar sobre lo que pasa en el mundo pero sin llegar a contarte con un mínimo de objetividad qué es lo que ha ocurrido en realidad. Mi serie favorita estaba a punto de comenzar; en ella los personajes todos jóvenes algo solitarios como yo misma luchan a diario por mantener sus precarias relaciones sentimentales a flote, algo bastante difícil en una tierra que ya no cree en lo de adentro sino básicamente en los valores de afuera: poder, estatus, dinero, posesiones mobiliarias e inmobiliarias. Es mi gran momento, en pijama delante del televisor con mi cena recién preparada veo a todos esos personajes enredados en relaciones posibles e imposibles .En el capítulo de Ayer Sandra que era novia de Alfredo, se enrolla con Miguel que le gustaba desde hace tiempo. Mientras a su vez Alfredo mantiene un lío secreto con Ana que es la antigua novia de Miguel. Todo muy original, trepidante como un viaje por la selva. Mi antiguo novio, Oscar solía criticarme porque decía que era bastante superficial, que no me interesaba por la problemática de nuestro planeta, que no me comprometía, con nada ni con nadie. Y a lo mejor tenía razón, pero es que no tengo tiempo para pensar tanto. Me levanto a las siete, comienzo a trabajar a las ocho, no descanso hasta las 2.Como algo cerca de la oficina y regreso a casa sobre las 6.Lo que me apetece es darme una ducha, preparar algo rico para cenar y vegetar delante del televisor viendo algo que me recuerde que somos humanos, aunque sea una serie de amoríos frívolos, pero a mi me gusta, me relaja, me hace olvidar la vida que llevo. Hace un par de semanas me apunté a unas clases de yoga porque necesito aprender a relajarme. El primer día nos presentamos todos para empezar a conocernos, dijo la monitora. Formamos un grupo bastante peculiar, pero a mi me han llamado especialmente la atención dos chicas de aspecto algo desaliñado. Mi primera impresión es que eran pareja y no las encajaba del todo en el grupo de gente que se veía por allí. Para mi sorpresa intentan por todos los medios integrarse en el grupo y caer bien a la gente. Se esfuerzan por parecer educadas, aunque está claro que dejaron la escuela bastante pronto. Sus expresiones son básicas y toscas, pero es cierto que no podemos juzgar a la gente por nuestras primeras impresiones porque nos podemos llevar bastantes sorpresas. Hoy hemos hecho un ejercicio todos cogidos de la mano formando un círculo. Me he sentido bien y tengo mas ganas de relacionarme con la gente. Hace dos día que no puedo ver mi serie favorita porque llego a casa tan relajada que después de cenar me quedo dormida. Ayer me llamó Oscar, me extrañó bastante porque como habíamos decidido que nuestra relación fuese libre y abierta su despedida se resumió en solo tres palabras ya nos veremos. Dice que tiene ganas de volver a verme, pero prefiero quedar con con alguna de mis amigas y volvernos locas comprando y luego ver cualquier peli en el centro comercial. Es mi hoby favorito ir de compras al centro comercial. Luego llego a casa cargada de paquetes y eso me vuelve loca. Aunque mi profesora de yoga nos dijo ayer que tenemos que comprometernos con nuestra realidad y nos comentó que hay mucha gente en el mundo que vive en condiciones infrahumanas y que en parte todo eso se debe a nuestra necesidad compulsiva de consumir. Me puso de mal humor, si sigo yendo a sus clases es solo porque estoy aprendiendo a relajarme, aunque no resulta nada fácil.

Begoña Ramirez Joya.Tertulia Entrelineas.Marzo 2011.

martes, 15 de marzo de 2011

La cerilla




Entre todos los números, Cerilla era la más vivaz, la más dicharachera, la que más animaba todas las reuniones, los encuentros de contabilidad o las fiestas de cálculo.
Parecía tener una llama natural con la que encendía cualquier reunión o grupo de números sobre el que se posara. Era inteligente y, a pesar de su juventud, conocía bien la personalidad de cada uno de los dígitos, sus virtudes y hasta sus manías: Sabía de la arrogancia del 1, del sentido un tanto barroco de la estética del 2, la obsesión por adelgazar del 8, o los escandalosos encuentros eróticos del 9 cuando se iba de copas con su amigote el 6, en los que acababan participando todos los números mayores del 18.
A Cerilla le habían puesto ese sobrenombre por ser hija de Cero, fallecido un par de años antes, durante la última crisis, pues tanto lo inflaron hacia la derecha, que el pobre cayó fulminado en una playa de las Bahamas, agotado y víctima del temible karooshi.
Cerilla lloró desconsoladamente la desaparición de su padre, pero concluyó que no habría mejor forma de honrarle que aprender de los errores cometidos y que le llevaron a tan trágico final, a fin de enmendar, en lo posible, los dañinos efectos de la crisis que había terminado con su vida.
Tras mucho meditar, y viendo la torpeza con que los humanos hacían uso de su mágico poder de multiplicar por diez cada cifra a la que ella se acercaba, decidió renunciar a tal poder y, dando un salto ser, desde ese momento, y para siempre, una cerilla, o un cero, de la izquierda.

Falta un tema


Falta un tema, pero no es un tema para compartir, pues sobre ese tipo de temas ya hemos demostrado sobradamente que, para nosotros, cualquier tema es bueno, que lo que no germina en una mente florece en otra y, hoy por tí y mañana por mí, nunca falta leña para encender la hoguera de las letras.

Otro asunto es el tema personal que cada uno tiene que afrontar a diario, su día a día, su universo único, intransferible y nunca lo suficientemente compartido.

Pero ese es otro tema . . .

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