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jueves, 22 de octubre de 2009

La responsabilidad


Nekovidal

Si todo lo humano es en si mismo subjetivo, pocos conceptos lo son tanto como el de responsabilidad. Incluso en el de libertad, que puede incluir desde ideas esotéricas a la pretendida libertad de arrebatar la libertad ajena, suele haber una parcela compartida: la de que libre es quien puede desplazarse en el espacio sin limitaciones a su cuerpo. Pero en cuanto hablamos de responsabilidad, es imposible encontrar una sola coincidencia en la que se encuentren todos los seres humanos:

Todos los tiranos y dictadores que en la historia han sido decían sentirse responsables ante algún dios o ante la patria, y era esa responsabilidad la que les empujaba al asesinato o al genocidio. De igual forma, sintiéndose responsables ante sus semejantes o ante determinado concepto de libertad, respeto o derecho, puede un ser humano lanzar una bomba entre una multitud de seres a los que desconoce, provocando un baño de sangre. Sintiéndose responsable ante las instancias más altas, las divinas, se llega a matar sin un atisbo de remordimiento: “Dios lo quiere” gritaban los cruzados cristianos durante la Edad Media mientras iban arrasando ciudades enteras a su paso, sin respetar siquiera la vida de niños o ancianos. Idéntico esquema se repite en la visión integrista de cada religión, tan oportuna siempre para mentes asustadas y acomodaticias. Responsable de sus hijos se siente quien comparte con ellos su tiempo y emociones tanto como los padres que se limitan a proveerles de un mínimo de alimento y ropa, e incluso quien ni de eso se hace cargo.

Responsable ante sus amigos se siente quien se limita a compartir con ellos los últimos datos futbolísticos tanto como quien abre sinceramente su corazón. Y todos, del primero al último, se sentirán personas responsables.

Si alguien, ocasionalmente, admite ser irresponsable, lo hará, muy posiblemente, para refugiarse en la falsa sinceridad de un defecto admitido, evitando así tener que subsanarlo.

Responsable de todos y cada uno de sus actos, estando dispuesto a admitir y reparar cualquier error cometido, no recuerdo haber conocido a nadie, pero tengo la memoria llena de gestos y acciones propios y ajenos encaminados a la auto justificación de todo tipo de errores y egoísmos.

Será que yo mismo no soy lo suficientemente responsable como para admitir el estado de primitiva irresponsabilidad en que se encuentra mi especie.



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