La primera vez que recibí un premio fue en la escuela, cuando tenía siete años, con el dudoso honor que fue un premio de lectura. Conseguí leer en voz alta, clara, marcando los signos de puntuación y sin trabarme. Ni me lo digan, quizá mejor que ahora.
Hasta ese momento la escuela era un ámbito en el que me sentía por lo menos cómoda, aunque no tardo mucho en manifestarse mi animadversión al gremio docente. Es que al año siguiente, y como no podía ser de otra manera en un país netamente militarista, ante una fecha patria, se organizó un desfile de alumnos por la ciudad en la que vivíamos. Todo iba muy bien hasta que ante algunas promesas incumplidas por parte de las maestras, y como casualmente vivía a 100 metros de la escuela en una calle por la que íbamos a pasar, no tuve mejor idea que al pasar por allí, romper filas, irme, abrazarme llorando a mi padre y dejar a todos boquiabiertos, terror? No sé si fue para tanto, pero con ocho años ya había decidió que no me arrastrarían las masas. Y desde luego tenía adonde cobijarme mas allá de que mi padre era demasiado formal para mi gusto y seguramente no dejaría de lamentarse de tener una hija tan díscola.
Luego ya de adolescente, la ocurrencia fue mostrarle a una profesora de idiomas, mis valiosos textos……….. directos, directos, salidos del corazón, que queréis que os diga, esta pobre mujer, que probablemente nunca se habría planteado el amor mas allá de lo más doméstico de lo doméstico, me dijo que escribía muy bien, pero que debería escribir sobre cosas que conociera.
Así supe que, mis escritos podían molestar a algunas personas, que no todos tenían la claridad mental de tomar distancia y que debía escribir por un tiempo, hasta que la sociedad me diera el pasaporte a la adultez, sobre conejitos, flores, familia etc. Puajjj!!! Que aburrimiento la cabeza así no responde, condicionada sólo a lo que conozco? ¿Como sabría esta buena mujer lo que yo conocía? mi cabeza se negaba a emitir ni una letra, ni un párrafo ni una estrofa.
Se durmió mi arte justo, justo, cuando alboreaba. Un día, tiempo después descubrí una novela “María” de Jorge Isaacs. Un novelista y poeta colombiano, del movimiento romántico, cuyo mayor acierto o por lo menos el más conocido, fue esta obra que se estudiaba en la escuela, en literatura por supuesto. Es así como al encargarnos una reseña de opinión sobre la obra, pude dejar volar nuevamente mi imaginación esta vez con la anuencia de los mayores. Fue todo un éxito. Me lo publicaron en el diario local con una foto de la época, que aunque conservo por los buenos oficios de una hermana, no tendréis el gusto de ver. Sin embargo, la vida me llevo por otros derroteros y durante mucho tiempo no cogí la pluma para volver a escribir, quizá me hubiera inspirado un gato negro o tal vez la inspiración hubiera venido de la mano de una tienda de especias porteña “ El gato negro” ya que es una tienda tradicional que cuenta con casi 100 años de trayectoria y perderse en sus pasillos entre hierbas aromáticas te transporta a un mundo desconocido de placeres imprevistos……pero esto esto ya es otra historia y tal vez y sólo tal vez algún día les hablaré del Hipocrás.
Alicia Gaona
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