Nada hace sospechar que detrás de
este titulo tan aparentemente musical y ligero se desgrana lo que fue la
invasión de Francia durante la 2ª Guerra mundial por las tropas alemanas.
De esta autora ya conocía El
baile, una novela corta en la que se
aprecian los rasgos narrativos de
esta excelente autora. Dotada de una sensibilidad exquisita y profunda, llega
hasta el alma misma de sus personajes, caracterizados siempre por la lucha
(bien explícita o bien soterrada) de sus propias contradicciones. No hay
“buenos” y “malos” sino personajes arrastrados por la fuerza de sus
convicciones, de los rasgos de su propio carácter y de aquello que marca la
cultura a la cual pertenecemos. Así a veces somos víctimas y otras verdugos.
A través de una prosa con claros
tintes poéticos nos vamos adentrando en una Francia ocupada, pero que pudiera
ser cualquier país y casi me atrevería a decir que cualquier época. Porque los
conflictos humanos que se desgranan página a página son los universales: luchas de poder, la eterna por la
posesión del dinero, la lucha de clases, en la que los propios proletarios
establecen diferencias entre ellos mismos.
Nada escapa a esta mirada
penetrante como una aguja, aguda y sensible, que se niega a caer en el cinismo
.Sus páginas rondan a veces un sutil sarcasmo en el que vemos a los personajes
como si ellos se miraran en un espejo en el que son incapaces de reconocer sus
propios errores. Y por encima de todo esa hipocresía, envuelta en una educación
refinada y fría como el hielo, que sólo aspira a mantener la apariencia. Sobre
todo y por encima de todo ese eterno qué dirán, que no descansa ni en medio de un conflicto de tales
dimensiones. Porque aunque esta pluma tan etéreamente llevada, tan sutil, y
certera nos haga olvidar por momentos el telón de fondo, la Guerra mundial, ésta
siempre está omnipresente.
La inocencia, la ternura, el
amor, el miedo, el orgullo, la derrota;
todo un repaso a la condición humana, en cuyo interior parecen descansar
compartiendo espacio el lobo y el cordero.