El día en que murieron los políticos
No murieron todos de golpe; pero sí casi todos (una valiosa mayoría) tras el golpe de estado y la guerra que dio paso a un régimen totalitario, perdón autoritario; aquel que produjo una larga paz de miedo, con millares de políticos muertos. No eran estos sin embargo, políticos de profesión, sino gente de a pie que había creído por convicción, o simplemente por simpatía, que un mundo mejor y más justo era posible. Una vez más no iba a ser posible.
En aquel funeral de políticos de a pie, de hombres y mujeres del pueblo, se siguieron diciendo misas de réquiem para los victoriosos, y fallidas confesiones de cadalso para los vencidos y humillados, gente que de frente a la muerte seguían fieles a su conciencia sin creer en todas las farsas, y quienes sentían que morían en balde, con la sola esperanza de que sus hijos llegarían a valorar su lucha por un mundo más justo y humano.
Pero el tiempo que lo oxida casi todo, hizo que la cadena acabara soltando con los años algunos eslabones, que ciñera menos, aunque solo fuera para asegurar la supervivencia de un nuevo cerco, en apariencia menos controlador.
Fue en esa toma de aire fresco cuando resurgió, del inconsciente colectivo, un nuevo día de libertad. En ese día utópico sí harían falta otros políticos, también utópicos, aunque para eso el hombre tendría por fin que descerrajar las cadenas de su propia mente.
El secreto de la cueva
Aquel lugar era profundo y cálido. Sus paredes rosadas y rocosas temblaban bajo el ritmo mineral de las estrellas, al compás sincopado del movimiento del cosmos, del amor instintivo hecho carne y deseo, del abandono a la voluntad de la vida, a la comprensión de lo que es arriba como es abajo…
Entramos todos jubilosos, nos acompañaba el único propósito de nuestra existencia, que no era sino el deseo, incognoscible en su causa, de unirnos con aquello que refulgía en el seno abisal de la cueva y que para nosotros era su gran secreto.
Lo que parecía una carrera en pugna no lo era, pues no había en ella señales de competencia, más bien de colaboración. Unos y otros nos ayudábamos a seguir prosperando en aquellos abismos, llenos de peligro y también de esperanza.
Uno solo de nosotros lograría conocer el secreto. Uno, pero con la ayuda imprescindible de todos: por lo que habría que decir que serían todos los agraciados de este drama, aunque uno solo fuera el actor, el mismo que moriría para renacer, fundiendo su esencia y sustancia con la esencia y sustancia del secreto insondable de la gruta. El santo grial que envolvía el sueño de la vida con el misterio de la muerte.
Pero a medio camino el sueño de amor se vio de pronto frustrado. Una inmensa barrera de látex trocó el secreto voluntarioso de la cueva, en su accidental sorpresa.
Franjamares, Cuevas de Maro, Nerja. 5 de noviembre de 2011.
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