Por Alicia Gaona
Quiero dejar los dogmas y las doctrinas, para tanto genio como hay suelto en este mundo. Ellos saben opinar, razonar, han estudiado horas interminables sobre economía, sociología y los fenómenos varios del desarrollo de la humanidad.
Mi visión tal cual lo ve una persona con una instrucción media normal e intereses bastantes alejados de lo económico, esta basada justamente en la ignorancia, en la ignorancia que permite tener sueños, crear utopías y tratar de llevarlas adelante.
La mayoría de los progresos que se han dado a lo largo de la joven historia de la humanidad han sido porque alguien, creyó y puso fe en un proyecto, la mayoría de las veces, tachado de sin razón por el resto de sus congéneres.
Si bien las falencias del sistema capitalista ya se han demostrado a lo largo de mas de un siglo, no es menos cierto que también quedaron demostradas las mismas de otros sistemas no menos ponderados, aunque sí combatidos por el capitalismo acérrimo. Esto me conduce a tratar de imaginar en los albores de la humanidad cómo manejaban sus economías, que si bien básicas y rudimentarias, aparentemente, conformaban o por lo menos alentaban al crecimiento de la especie. ¿Que como lo sé? Bueno, es bastante elemental ya que si no hubiese sido así, no estaríamos hoy adonde estamos. Pero ¿adónde estamos y cómo estamos? Llegamos a un capitalismo salvaje adonde el que puede, no quiere y el que quiere, no puede. Y esto no sólo es un juego de palabras, es la más triste realidad.
¿Qué hubiera sido de muchos visionarios, de los que hoy disfrutamos sus genialidades, si no hubiesen tenido un esponsor que los ayudara a llevarlas adelante? Hoy por hoy cuando una persona o un grupo de personas tienen una idea, tiene que bregar con las entidades financieras, que piden complejos proyectos, para los que normalmente tampoco se tiene dinero, para poder demostrar esa famosa frase de “la viabilidad del proyecto”. Es así como la mayoría de estos mueren antes de empezar. No digamos ya si nuestro proyecto sea el que fuere, se contrapone a intereses tan espurios, que sólo ven en la idea una amenaza a su propia supervivencia.
De tal manera una economía sostenible es muy difícil de llevar adelante. Los elementos que todos conocen como sus componentes, son los mismos que conservan a los legisladores en sus bancas, los jueces en sus estrados y los pastores (de cualquier culto) en sus pulpitos.
Llegado hasta aquí, podríamos decir que la economía sostenible si la resumimos en la más elemental definición es:
La que respeta el medio ambiente y la ecología natural del planeta, comprendiendo en ella desde la hormiga hasta el ser humano.
Y justamente son los mismos elementos que la componen los que día a día son agredidos y violados, por seres humanos que considerándose a sí mismos el último eslabón de la cadena, ya sea por: merito propio, herencia o caradurez, se sitúan como los indispensables y dirigentes de toda clase.
Lo que llamamos hoy por hoy democracia, es lo más lejos de una democracia. Hoy el poder y el gobierno, ya no son la misma cosa, hoy el gobierno y el pueblo, tampoco lo son. De alguna manera, la responsabilidad, por ser mayoría, recae en el pueblo, pero evidentemente, éste, no está preparado para dar el salto, a cambiar verdaderamente los ejes del poder.
La economía sostenible, tiene que hacer un largo camino docente, enseñando a los que no lo saben que “otro mundo es posible”, que la voluntad de cada uno suma, que somos nosotros mismos los que seguimos alimentando el capitalismo salvaje que nos aqueja, con nuestra sangre, cuando renunciamos al poder de elección que todos tenemos y deberíamos ejercer. ¿Cómo?
Olvidando lo que a casi todos nos ha alimentado los últimos años; dejar de lado las marcas, la publicidad, casi siempre engañosa, volviendo a los orígenes; cuanto más nos recatemos en nuestras compras, cuanto menos necesitemos del sistema, cuando volquemos nuestra mirada a la vida natural, recurramos a las hierbas de los montes y olvidemos las farmacias, cambiemos el coche por la sana costumbre de caminar… y así con tantos actos que hacemos día a día maquinalmente y sin concienciarnos de lo que implica, siendo estos actos los que alimentan a nuestros oponentes. Si logramos no necesitarlos, más tarde o más temprano deberán empezar a respetarnos, ya que su oportunidad de sobrevivir al igual que los vampiros está en que nos dejemos chupar la poca sangre que nos queda.
Mi visión tal cual lo ve una persona con una instrucción media normal e intereses bastantes alejados de lo económico, esta basada justamente en la ignorancia, en la ignorancia que permite tener sueños, crear utopías y tratar de llevarlas adelante.
La mayoría de los progresos que se han dado a lo largo de la joven historia de la humanidad han sido porque alguien, creyó y puso fe en un proyecto, la mayoría de las veces, tachado de sin razón por el resto de sus congéneres.
Si bien las falencias del sistema capitalista ya se han demostrado a lo largo de mas de un siglo, no es menos cierto que también quedaron demostradas las mismas de otros sistemas no menos ponderados, aunque sí combatidos por el capitalismo acérrimo. Esto me conduce a tratar de imaginar en los albores de la humanidad cómo manejaban sus economías, que si bien básicas y rudimentarias, aparentemente, conformaban o por lo menos alentaban al crecimiento de la especie. ¿Que como lo sé? Bueno, es bastante elemental ya que si no hubiese sido así, no estaríamos hoy adonde estamos. Pero ¿adónde estamos y cómo estamos? Llegamos a un capitalismo salvaje adonde el que puede, no quiere y el que quiere, no puede. Y esto no sólo es un juego de palabras, es la más triste realidad.
¿Qué hubiera sido de muchos visionarios, de los que hoy disfrutamos sus genialidades, si no hubiesen tenido un esponsor que los ayudara a llevarlas adelante? Hoy por hoy cuando una persona o un grupo de personas tienen una idea, tiene que bregar con las entidades financieras, que piden complejos proyectos, para los que normalmente tampoco se tiene dinero, para poder demostrar esa famosa frase de “la viabilidad del proyecto”. Es así como la mayoría de estos mueren antes de empezar. No digamos ya si nuestro proyecto sea el que fuere, se contrapone a intereses tan espurios, que sólo ven en la idea una amenaza a su propia supervivencia.
De tal manera una economía sostenible es muy difícil de llevar adelante. Los elementos que todos conocen como sus componentes, son los mismos que conservan a los legisladores en sus bancas, los jueces en sus estrados y los pastores (de cualquier culto) en sus pulpitos.
Llegado hasta aquí, podríamos decir que la economía sostenible si la resumimos en la más elemental definición es:
La que respeta el medio ambiente y la ecología natural del planeta, comprendiendo en ella desde la hormiga hasta el ser humano.
Y justamente son los mismos elementos que la componen los que día a día son agredidos y violados, por seres humanos que considerándose a sí mismos el último eslabón de la cadena, ya sea por: merito propio, herencia o caradurez, se sitúan como los indispensables y dirigentes de toda clase.
Lo que llamamos hoy por hoy democracia, es lo más lejos de una democracia. Hoy el poder y el gobierno, ya no son la misma cosa, hoy el gobierno y el pueblo, tampoco lo son. De alguna manera, la responsabilidad, por ser mayoría, recae en el pueblo, pero evidentemente, éste, no está preparado para dar el salto, a cambiar verdaderamente los ejes del poder.
La economía sostenible, tiene que hacer un largo camino docente, enseñando a los que no lo saben que “otro mundo es posible”, que la voluntad de cada uno suma, que somos nosotros mismos los que seguimos alimentando el capitalismo salvaje que nos aqueja, con nuestra sangre, cuando renunciamos al poder de elección que todos tenemos y deberíamos ejercer. ¿Cómo?
Olvidando lo que a casi todos nos ha alimentado los últimos años; dejar de lado las marcas, la publicidad, casi siempre engañosa, volviendo a los orígenes; cuanto más nos recatemos en nuestras compras, cuanto menos necesitemos del sistema, cuando volquemos nuestra mirada a la vida natural, recurramos a las hierbas de los montes y olvidemos las farmacias, cambiemos el coche por la sana costumbre de caminar… y así con tantos actos que hacemos día a día maquinalmente y sin concienciarnos de lo que implica, siendo estos actos los que alimentan a nuestros oponentes. Si logramos no necesitarlos, más tarde o más temprano deberán empezar a respetarnos, ya que su oportunidad de sobrevivir al igual que los vampiros está en que nos dejemos chupar la poca sangre que nos queda.
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