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sábado, 25 de diciembre de 2010
Cuento de Navidad
Begoña .Entrelineas.
La lluvia no se ha dado descanso en varios días. El cielo parece haberse roto definitivamente. Si fuese un llanto por todo lo que la humanidad hace a diario se podría decir que la tierra está muy, muy triste. En otros lugres nieva que para el caso es lo mismo. En un rincón de una calle cualquiera de cualquier ciudad en cualquier país del mundo vive Carlos, se trata simplemente de ponerle un nombre. Son ya casi las ocho y dentro de muy poco en cada casa se celebrará la Nochebuena Después de la cena en familia ha quedado con sus amigos, auque a quien tiene más deseos de ver es a Adama . Es senegalesa y tiene su misma edad 17 años. La cena ha transcurrido con algunos incidentes, como todos los años su abuelo y su padre han discutido de política. Han terminado gritando y echándose la culpa el uno al otro de la crisis mundial. Total a mi me da lo mismo que la culpa la tenga mi abuelo, mi padre o los bancos que es lo que dice todo el mundo. El caso es que estamos jodidos. Sobre todo los jóvenes que siempre pagamos los platos rotos. Aunque a mí lo que de verdad me importa es la sonrisa de Adama. Esta tarde antes de la cena hemos ido toda la pandilla a dar un paseo por el río. Venía muy crecido por la lluvia. Nos hemos puesto a bromear sobre qué pasaría si alguno de nosotros fuese arrastrado por la corriente. A menudo pensamos esas cosas, no me asusta demasiado la idea de la muerte. Algunos chicos han querido bajar par ver el torrente de agua más cerca y Adama y yo nos hemos quedado juntos. Sentía el corazón latir con mucha fuerza. Una suave brisa me acariciaba la cara y ella me ha sonreído. Si en ese momento hubiera podido abrazarla seguro que hubiera estallado. Creo que la razón del mundo habita en sus manos. Son casi como el chocolate, marrones, casi negras, y pequeñas, mucho más pequeñas que las mías. El otro día le escribí un poema. Aunque ella no lo sabe porque me da mucha vergüenza.
A las once he bajado por fin a la calle. Me han echado la bronca porque los jóvenes somos unos descreídos que ya no guardamos las buenas costumbres.
Hace tiempo que dejé de creer en los dioses. Pareciera que en el fondo no dejáramos nunca de necesitar al padre, como lo llaman en la mayoría de los credos o la madre que nos tutela y protege. Condenados a ser siempre niños revoltosos necesitados de castigos y educación para no torcer el camino.
Nos negamos ciegamente a construir nuestro destino bajo nuestra responsabilidad y tutela .No nos fiamos de nosotros mismos.
De nuestra propia honestidad y nuestra propia fuerza.
Es un fastidio pero sigue lloviendo, Adama no ha venido .Su padre no le ha permitido salir tan tarde.
Creo que no se fía de mí y casi lo entiendo. Joven occidental malcriado en la opulencia, enganchado a la televisión y los videojuegos, la cola cola y la comida basura
Mañana es navidad y me acercaré a su casa. Tengo un regalo para ella. De mi propia cosecha. Venceré mis pudores y le daré el poema que le escribí.
Poema de amor
Mi casa son tus manos
Y mi morada tu pecho.
En la danza de tu cuerpo
Renace cada día el universo
Y aunque nos habite el eco
De los ruidos del mundo
Mi casa son tus manos
Y mi morada tu pecho.
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