Por María Bueno
El mantel se mecía suavemente colgado del tendedero, se sentía feliz recibiendo las caricias del sol y la brisa de la mañana, pronto vendrían a recogerlo, lo doblarían con delicadeza y se lo acercarían a la cara para aspirar su aroma a ropa recién lavada, era una costumbre de ellos, al menos los que él conocía desde que era un mantel lo hacían.
“¡Qué tontería de relato!” pensara el lector, un mantel que piensa. Los seres humanos creen que solo ellos están vivos, y no es así, todo lo que existe en este planeta de una u otra forma está vivo. Son tan ególatras que piensan que solo ellos tienen emociones y sentimientos.
De mí, sé decir, que me he sentido muy triste y abandonado encerrado en ese cajón del aparador por tanto tiempo junto a los otros manteles y servilletas. La dueña de la casa, a la que todos llaman ¨ abuela¨ al quedarse sola ya no utilizaba el mantel. Tenía uno individual.
Nosotros los grandes permanecíamos guardados en el cajón, completamente olvidados.
Hasta que un día alguien lo abrió y exclamo ¨¡este mismo abuela!¨ ¡si venga! Vamos a poner la mesa. Desde entonces he vuelto a estar en mi salsa, me ponen en la mesa, me lavan, me planchan, total que vuelvo a sentirme útil.
La casa, donde hasta hace poco reinaba el silencio, solo interrumpido a veces por el ruido monótono del televisor, parece haber despertado de un profundo sopor. Ahora todo son risas gritos y barullo de niños, charlas de mayores y aromas y olores que hacen a la casa resurgir de nuevo a la vida.
La hora que más me gusta es la de la comida, porque yo vuelvo a ser protagonista (También nosotros tenemos nuestro ego) de pronto se oye una algarabía, ruidos de platos, vasos, cubiertos y se escucha la voz de la abuela; ``Niños poned el mantel que vamos a comer`` (me esponjo al oírlo)
Los niños, comen sin mucho cuidado y me manchan, los padres le regañan, pero la abuela siempre media entre ellos. ¡Piensa como yo! Que para eso está el mantel. Luego me volverán a lavar y aquí no paso nada.
Los niños, alegres y vivaces se levantan rápido de la mesa para irse a jugar. A los mayores les gusta la sobremesa, charlan, comentan, se ríen mientras toman su café.
Hoy se han puesto serios. `` Sentimos mucho mamá causarte tantas molestias, pero al quedarnos los dos sin trabajo, ¿Qué íbamos a hacer? ¿Dónde nos metíamos?`` “Nada……nada…..hija, no hay de qué hablar, ¡esta es vuestra casa! Ya encontrareis algo, mientras tanto, un plato en la mesa no os va a faltar.”
La hija agradecida abraza y besa a su madre. Y yo mudo testigo de la escena no puedo dejar de sentirme un poco egoísta, al pensar que no hay mal que por bien no venga, a mi que estaba a punto de apolillarme en el cajón, me ha venido su llegada de “PERLAS”.
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